En algún lugar bajo la lluvia siempre habrá un perro abandonado que me impedirá ser feliz. Jean Anouilh
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martes, 18 de noviembre de 2014

Amor animal sin condiciones

Los llamados proteccionistas particulares intentan cubrir la carencia de albergue municipal

Artículo de Cristina del Río, tomado de El Comercio.es

Juan, Maeva y Berta Sarasola, con algunos de los perros de su finca de Nubledo.
Foto: Marieta
La ley autonómica de protección y derechos de los animales obliga a los ayuntamientos a contar con un centro del que Avilés carece.

Entre 150.000 y 300.000 animales son abandonados cada año en España. Imposible acotar esa horquilla porque no hay datos oficiales y los manejados por protectoras y asociaciones animalistas distan notablemente unos de otros. En Asturias, ni siquiera existen. Tampoco una aproximación. La única referencia es una apreciación casera proporcionada por las organizaciones en defensa de los animales que aseguran que «no hay día en que no recibamos alguna llamada».

Las policías locales de Avilés, Corvera y Castrillón no registran en sus memorias de actividad las llamadas alertando de la presencia de animales abandonados, entre otras cosas, porque paulatinamente están dejando de recibirlas. La ausencia de un protocolo de actuación ha llevado a los ciudadanos a ponerse en manos de las asociaciones en defensa de los animales que, con pocos medios y menos dinero, ayudan como pueden a buscar un nuevo hogar a los animales. Son estructuras muy pequeñas que cuentan, a su vez, con una extensa red de colaboradores que, a título particular, aportan su granito de arena. Y esos granos hacen montaña.

En la comarca tienen nombre y apellidos, y un teléfono móvil al que, en muchos casos, remite la propia policía. Es el caso de Berta, en Corvera. No necesita más presentación. Todo el mundo sabe que su finca de Nubledo es lo más parecido a un albergue de animales. La última llamada recibida fue hace unos pocos días. Le indicaron que había un perro viejo detrás de la iglesia de Solís. «Era un dolor, un dolor», se lamenta Berta, «un cadáver viviente». Llamó a su joven amiga Maeva y fueron a su encuentro. En esta ocasión no había sitio para un perro más en la propiedad de Berta Sarasola pero llamaron a «Miluca, y se lo llevó a La Luz».

Maeva es ahora el bastón de Berta, a quien los años van pasando factura; y de vecinas han pasado a estrechas colaboradoras.

Berta empezó hace «muchísimos años» por amor a los animales. En la cuadra donde cría pitas y pollos tiene a seis perros. Reconoce que «más que gastos no tengo» porque la alimentación de los animales no es asunto baladí aunque, para su fortuna, cuenta con la colaboración de algunas clínicas veterinarias, que desinfectan y tratan desinteresadamente a sus perros.

Maeva le echa una mano, aunque el incierto futuro no le permite atestiguar que pueda ofrecer la misma protección en un futuro a los animales que tanto le preocupen. La joven técnico auxiliar de veterinaria se encuentra en el paro, por lo tanto sin recursos económicos para afrontar más que la manutención y alojamiento de su perro. Aún así, se desplaza adonde le pide Berta y hasta el albergue de Serín con el que colabora.

«Se te parte el corazón cuando los ves, por eso tienes que hacerlo», inevitablemente «te va desgastando», pero te «satisface cuando ves salir hacia delante a uno de esos animales recogidos», resume Maeva.
A pesar de que son muchos los llamados proteccionistas animales y que cuentan con la poderosa herramienta de las redes sociales, nunca son suficientes para los muchos animales olvidados. En Avilés hace falta un albergue.

«En Oviedo, Gijón y Langreo hay albergues, pero la zona de Avilés es la más puñetera porque hasta Galicia no hay nada». El mapa de Mari Luz García, de la protectora La Xana, ilustra la situación de la comarca en la que, quizás por eso, algunos particulares están volcados con el tema.

Obligados por ley

La construcción del albergue ha sido un tema recurrente y polémico en Avilés. Lo cierto es que su existencia viene recogida en la ley 13/2002, de 23 de diciembre, de tenencia, protección y derechos de los animales. Más que un albergue, un depósito. El punto 1 del artículo 17 reza que «los ayuntamientos dispondrán de un centro de depósito de animales para recoger y mantener los perros y gatos que se encuentren errantes o abandonados hasta el término de los plazos y formas fijados en el artículo 18 de esta Ley».

El mencionado artículo añade en su punto 2 que «al final de un plazo de ocho días hábiles, si el animal no ha sido reclamado será considerado como abandonado y pasará a propiedad municipal, pudiéndose adoptar por la autoridad municipal competente alguna de las siguientes medidas: [...] la guarda y cuidado de los animales hasta el límite de plazas de acogida de la misma. [...]».

Las asociaciones en defensa de los animales no se resignan a la carencia de un albergue pero abogan por abordar una segunda línea de trabajo que, a priori, sería más rápida de llevar a cabo: la concienciación en los colegios. Como todo, la educación es la base.

Covadonga Vega, de La Foz del Pielgu, lo considera «fundamental». Ignora, además, por qué ahora ya no se hace cuando hace algunos años, desde La Xana se tramitaban estos programas de sensibilización, «al igual que se hizo con el de los huertos, que muchos colegios han incorporado a sus actividades anuales».

El entorno rural de Avilés es el pasto propicio para el abandono, según atestiguan todos los actores implicados en la detección y recogida de animales. Los gatos se esconden, si logran evitar las ruedas de los automóviles, pero a los perros es más frecuente verlos deambulando por zonas limítrofes. Llaranes es una de esas poblaciones críticas.

Hace unos quince días, Adolfo Díaz, vecino de Luanco, pasó de casualidad por Llaranes y se topó con una perra atada a una farola. «Me dio un vuelco al corazón, era igualita a un perro que tuve yo, y la cogí sin pensarlo», narra Díaz. En el establecimiento más cercano, en el quiosco de La Cordobesa, pudo enterarse de que había aparecido suelta y ante el temor de que pudiera saltar a la carretera, los propietarios del negocio la ataron a una farola. «Era un día terrible de lluvia», contextualiza Díaz en un intento por recrear el escenario en el que se le encogió el corazón. «Estaba cuidada y limpia, incluso gordita, es juguetona y feliz, ahora está vacunada y, en breve, le pondré chip», señala. La perra tuvo suerte de que Adolfo Díaz pasara por allí. No llegó a activarse la oficiosa ronda de llamadas que en este tipo de situaciones incluyen visita a un veterinario colaborador, fotografía y difusión en Facebook.

Una circunstancia similar ocurrió el pasado domingo, día 9, junto a la Ermita de La Luz. Un chico reportaba a la policía que se acababa de encontrar un boxer perdido, o abandonado, no podía precisar. Ignoraba, posiblemente, que los agentes no podían hacer nada. La casualidad quiso que Fabiola García pasase por allí. El cerebro le decía que siguiera su camino rumbo al médico, pero el corazón le retenía los pies allí. El dilema duró poco. Comenzó a caminar y el perro fue detrás. «Esto tien que acabar», pensó, porque en su finca de Llaranes tiene dos gatos, pero «vienen 18 a comer». Ahora sabe que 'Luz', así ha llamado al perro, tiene siete años y ha sido víctima de malos tratos, según el informe de la veterinaria.

«No es que los recoja, es que vienen a mí», se excusa riendo Fabiola García, quien es incapaz de pasar indiferente ante un animal. «Incluso si me los encuentro muertos, los deposito en un contenedor para que no los aplasten».

Como a ella, a Julio Torralba siempre le han gustado los animales. Sus padres nunca le dejaron tener un perro en el piso de Gijón en el que residían, así que con la idea muy clara de tener uno o dos se fue a vivir a una casa a Llaranes cuando entró a trabajar en Arcelor. «No querías taza, pues taza y media». Tiene 18 perros, cuatro caballos, gallinas -«¡esas, al menos, producen huevos!»-, alguna que otra cabra y hasta algún hurón. Ninguno comprado, todos adoptados y siempre a través de algún conocido de otro conocido.

Como otros proteccionistas siempre piensa que «ni uno más» porque, a parte de la cuestión económica, «no te puedes ir de casa ni de vacaciones, tienes que atenderlos». Curiosamente, a Torralba le gusta la caza y no considera que sea incompatible con su amor por los animales. En sus salidas, le acompañan cuatro de los dieciocho canes, pero advierte de que «yo no me deshago de ellos, ¿eh?», en alusión al triste destino que a muchos galgos, y otras especies de caza, tienen cuando cumplen años y pierden sus condiciones.

La mayoría de estas personas no saben con exactitud cuánto dinero se gastan al mes en mantener a sus animales. Prefieren no sumarlo porque su pasión por los animales es casi una obligación moral. Su generosidad, aunque importante, es apenas un parche si echamos un vistazo a los datos del albergue más cercano, el de Serín, subvencionado por el Ayuntamiento de Gijón y gestionado por Amigos del Perro. En lo que va de año, han recogido, entre abandonados y entregados, 579 perros y 279 gatos. Algunos vecinos de Avilés abandonan a sus mascotas en su entorno para asegurarles, al menos, un albergue porque, por protocolo, «no podemos hacernos cargo de los de fuera de nuestro ámbito de actuación», explica Alicia Quesada, de la asociación.

Mientras tanto, el grito por un albergue de animales en Avilés ha llegado a la plataforma de internet Change.org. Una petición firmada ya por más de 1.300 navegantes.

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